24 ene 2010

El átomo es como un sistema planetario en que el sol atrae a los planetas no por la fuerza gravitacional sino por su electricidad positiva.


Nuestra mente empírica se resiste creer que en el microcosmos invisible, haya sistemas planetarios, con una organización semejante al regido por nuestro Sol, pero infinitamente mas complicados. En efecto, según lo anticipara el gran físico danés Niels Bohr, en 1913, todos los átomos sean constituyentes del hierro, del agua o del aire, se asemejan a sistemas planetarios, guardando las inevitables diferencias que siempre hay en toda comparación. Bohr quería dar una idea de lo que era el complejo átomo y acudió a esta imagen, a sabiendas, igual que todo traductor, que siempre hay alguna distorsión entre el lenguaje académico y el necesario para hacerlo comprensible por el publico.

Bohr, Einstein y Rutherford, admitían estos sacrificios de la exactitud, en función del propósito pedagógico y divulgativo de la física teórica. Pues bien, imagínense ustedes a la tierra, y a la luna girando en torno de ella y tendrán la idea del átomo de hidrógeno. La tierra seria el núcleo, y la luna, que seria mil ochocientas veces mas chiquita, el electrón, veamos una diferencia fundamental de esta comparación. La tierra atrae a la luna por su mayor fuerza de gravitación. El núcleo atrae al electrón, por la fuerza de su electricidad positiva, que actúa sobre la fuerza de electricidad negativa del electrón. El átomo que se parecería a nuestro sistema solar seria el del fluor, porque es el único que tiene nueve electrones en torno de su núcleo, del modo como hay nueve planetas moviéndose en torno al astro rey.

Hay mas diferencias todavía. Los electrones pueden recorrer diversas orbitas. La primera próxima al núcleo, siempre será de dos. Las demás se sobrepondrán una sobre otras como disciplinadas abejas, que volaran indefinidamente, trazando círculos alrededor del panal, a diferentes distancia de el. Esta organización de los electrones es de una precisión absoluta e imperturbable. No hay un fiscal de transito que vigile la velocidad de su marcha o que controle los circuitos cerrados que siempre están cubriendo, pero jamás se desvían ni alteran su avance, mientras la temperatura y su ritmo eléctrico sean los mismos.

Si les aumentan la temperatura pisan el acelerador alcanzando en grado extremo las velocidades de la luz. Si se les bajan, disminuyen su carrera, aunque siempre andarán tan de prisa, que ofrecerían el aspecto de una nube, si los pudiéramos ver la posibilidad que hoy luce muy remota. Los electrones son generadores de electricidad. A ellos les debemos esta enigmática fuerza, que sabemos producir, pero que no podemos explicar. Entre ellos se da el caso del que le pega a su familia y no se arruina. Digo esto porque cuando una descarga eléctrica se dispara dentro de un tubo de gases neón, electrones de orbitas inferiores saltan a orbitas superiores y al descender a su puesto normal, expulsan la energía eléctrica que recibieron, convertida en luz y no ha pasado nada. A este principio se deben las lámparas fluorescentes.

Ya dijimos que la orbita inmediata al núcleo es de dos electrones, estos se hayan muy dependientes del átomo a que pertenecen y no pueden ocuparse de mas nadie. Igual le sucede a los de la capa más externa, cuando suman ocho. Pero si son menos en esa capa externa, se muestran muy hospitalarios con electrones de capas externas u otros átomos, en parecida situación. La capa externa del átomo de oxigeno tiene seis electrones y le faltan dos. Pues bien acepta a los dos electrones de dos átomos de hidrogeno, formado la refrescante combinación del agua.

En los electrones, ya lo vimos, reside la base de la electricidad pues son ellos lo que conducen, mediante sus desplazamientos a lo largo del cable conductor. Son ellos también, como vimos en la alianza del oxigeno y del hidrogeno para formar agua, los que le dan al átomo sus propiedades químicas. En los dos objetos mencionados, el núcleo, poseedor de una gran densidad y de más del 99 por ciento de la materia del átomo, es indiferente e inútil. Sin embargo, oculta en su silenciosa y tranquila cohesión, la colosal fuerza que libera, cuando se meten con él y lo desintegran. Parece increíble que cuando el núcleo desata su catastrófico poder, lo destruye todo sin destruirse a si mismo, pues sus protones y sus neutrones, simplemente constituyen otros elementos sin desaparecer en absoluto.

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