Desconcertados ante la imponderable inmensidad que habían descubierto en el aparente cercano firmamento, los hombres creyeron que les sería más fácil explorar el pequeño átomo. Aunque sabían que es invisible todavía, se imaginaron que podrían transitarlo a sus anchas mediante los finos procedimientos que existen para detectarlos. No es fácil, pensaban los científicos, visitar la estrella más cercana, porque está a tres millones de años, viajando a una velocidad de la luz, la máxima posible. Más imposible sería trasladarse a una galaxia próxima, fuera de la Vía Láctea, que es la nuestra, porque mientras fuéramos y regresáramos se habría extinguido el sistema solar al que perteneccemos. En cambio, el átomo, el microcosmo o el universo al revés, si prodíamos explorarlo, pensábamos, porque se puede estudiar con los aceleradores de partículas, aunque sea diminuto.
En el rayo de luz que se mete en una habitación oscura, vemos imnumerables corpúsculos flotando. Cada corpúsculo de esos está formado por miles de átomos. Cada átomo, aunque sea tan mínimo, tiene una estructura dentro del cual hay un movimiento vertiginoso. Al principio los investigadores concebían al átomo como una bola de billar en el centro, alrededor de la cual giraban las bolitas miles de veces más pequeñas, cuyo tamaño relativo sería como el de unas puntas de alfiler. El hombre creyó haber llegado al conocimiento final del átomo. Pero al observar con detenimiento la bola de billar descrubieron que ésta no era tan redonda como parecía ni tampoco era un monolito uniforme. Por el contrario, estaba formada por un conjunto de bolitas blancas y otro conjunto de bolitas negras. Estamos hablando del núcleo y de los neutrones y protones que lo forman.
El gran físico teórico danés Nienhis Bohr comparó el átomo con un sistema planetario. El núcleo simbolizaba el Sol; las bolitas como puntas del alfiler que circunvalan al núcleo, eran los electrones o planetas. Los investigadores siguieron hurgando en el núcleo. Ya sabían que no eran una bola de billar como habían creído al principio. Estaba compuesto por protones y neutrones. La curiosidad humana insistió más en penetrar más a fondo de las intimidades del átomo y hubo nuevas sorpresas. los protones y neutrones estaban unidos por una especie de cemento que son las partículas llamadas mesones. Las contínuas búsquedas del hombre en este mimimundo que aparecía tan simple revelaron la existencia de otras partículas, aunque son inestables y tienen vida efímera. Los planetas giran alrededor del Sol son por efecto de la gravedad. Los electrones giran en torno al núcleo,, por una razón distinbta, por atracción eléctrica.
El núcleo es de electricidad positiva guardada en los protones Los electrones tienen electricidad negativa. Uno está en el origen de esas fuerzas eléctricas. La fuerza del agua que cae mueve unos gigantezco dinamos que le permiten a la Electricidad de Caracas suministrarnos la energía eléctrica de ese tipo que usamos en los hogares y en las fábricas. Pero, ¿ quién da la energía inagotable a los átomos que nos rodean por todas partes y de los cuales están formados nuestros cuerpos, nuestras ropas, el aire que respiramos y el alimento que comemos?. Ni siquiera el genial Eisntein intentó contestar esta pregunta. Bastaría que aumentáramos los neutrones a los átomos de una persona, de una botella o de un lápiz para que proyectaran una radioactividad de efctos ortales. La desintegración atómica se logra en la siniestra bomba o de un reactor para fines pacíficos, introduciendo el desorden de un pedazo de plutonio, hijo del uuranio. Ese desorden o desequilibrio se alcanza bombardeando el núcleo de un átomo. basta que un átomo se descontrole para que la materia pierda el sereno reposo con que oculta el dinámico movimiento que hay en su interior.
Los marxistas cuando se topan con estos aspectos inexplicables del conocimiento, aducen que en la medida en que la inteligencia humana penetre los secretos del universo y de la vida, lo que antes parecía milagrosos, se convierte en un hecho rutinarioque hasta los niños pueden analizar. Los filososfos cristianos a su vez prescinden de las naraciones bíblicas; los más adelantados consideran al creacionismo como un cuento infantil y expresan que la materia tiene una inteligencia divina, la cual le das la fuerza al átomo para moverse perpetuamente, permite que los 92 electrones del uranio giren a velocidades enormes en torno de su núcleo sin jamás chocar y, por último, asignan a un soplo providencial, el mazo de energía que dio origen al átomo de hidrógeno padre de toda la amteria existente ene l Universo. La reflexión de los que conocemos estas cosas no puede llegar muy lejos, pero yo estoy convencido de que todos los avances del pensamiento, que han sido grandiosos, no nos han permitido iluminar bien ni siquiera las 24 milmillonésima de una millonésima de milímetros que es el tamaño de un protón.
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