Ya he informado que la naturaleza como la química le lleva al hombre la descomunal ventaja de que manipula las sustancias infinitesimales o superchiquitas con la destreza con que un buen jugador de póker maneja las cartas de la baraja. Con una facilidad increíble la célula, por ejemplo, recibe sus nutrientes y los distribuye con gran precisión para darle vida a los elementos inertes y ultramicroscópicos que le llegan en la alimentación. Ella fabrica las proteinas enlazando átomos de carbono con átomos de hidrógenos, oxígeno y nitrógeno. El lector recordará que en la punta de un alfiler hay cientos de átomos y que ésta es para ellos como una inmensa planicie.
Sin embargo, los científicos hacen incursiones en microcosmos, tan impenetrable y misterioso como el macrocosmos, poblado por millones de galaxias, a su vez integradas por cientos de miles de millones de estrellas, la mayoría de ellas tan gigantescas que harían aparecer a nuestro soberbio Sol como una modesta luz de bengala. La inteligencia humana se ha internado en los oscuros y ultraminúsculos parajes del núcleo atómico. Allí se encontró con unas bolitas llamadas protones y otras bolitas llamadas neutrones. Siguió explorando el terreno e hizo otros hallazgos mas sorprendentes y espectaculares. Encontró unos fragmentos más pequeños todavía que las anteriores que eran como el cemento entre los ladrillos de un edificio. Denominó mesones a estas nuevas sub-partículas. Hizo una inaudita clasificación de ellas. Entre los mesones señaló unas bolitas especiales a las que a las que bautizó como piones. Además descubrió que estos piones son de tres tipos: neutros, positivos y negativos. Ninguna de estas bolitas ha sido vista por nadie y es probable que jamás los ojos humanos lleguen a divisarlas, ni siquiera a través de los microscópios electrónicos, donde el hueco de una aguja se vera más grande que un lago.
Es notable este esfuerzo del conocimiento que le ha permitido al hombre penetrar en un mundo absolutamente imperceptible por ninguno de los sentidos. Y sin embargo los físicos saben disparar estas bolitas contra los grupos de bolitas que integran el núcleo del átomo para desintegrarlo, trasmutarlo y desencadenar la monstruosa capaciadd de la famosa bomba. La materia es tan estable que en los estallidos de Hiroshima y Nagasaki apenas se aniquiló un gramo en cada kilo de Uranio usado en esos artefactos. Durante la exoplosión, las partículas de Uranio no desaparecen sino que forman átomos más livianos. La energía diabólica surge de la fuerza de cohesión rota durante la escisión. En los EEUU reside Kaplan, el gran cancerólogo que innovara sensacionalmente la técnica de matar células malignas. Las bolitas llamadas piones que cité arriba serán disparadas con la primera pistola atómica, contra los núcleos de los átomos de carbono, hidrógeno, nitrógeno que hay en los tejidos tumorales. Así se reproducirán microexplosiones atómicas en formas de estrellas que destruirán las lesiones mortales incluyendo las partes necrosadas, que no son atacadas ni por el radium, ni por el cobalto y el celsio radiocativo, y los rayos X. El trabajo que no hace estos medios terapéuticos será cubierto por la nueva máquina que no requerirá el auxilio complementario del bisturí. Los pacientes no solo recobrarán la salud más prontamente y en mayor cantidad , sino que se ahorrarán los honorarios que cobran ciertos cirujanos, los cuales a veces dejan también la temible enfermedad de una hipoteca o una deuda. En la Universidad de Stanford, Kaplan estaba diseñando el nuevo aparato en que la energía atómica estará al servicio de la esperanza y la felicidad.
Cuando hablamos de estos temas, uno se queda atonito ante los poderes ocultos en la estructura íntima de la materia. El núcleo del átomo está en movimiento perpétuo y con su electricidad positiva mantiene en órbita a los electrónes de la electricidad negativa. El intelecto humano, a pesar de su prodigiosos desarrollo , reacciona tan inultilmente como el cerebro de un pequeño roedor cuando trata de comprender el origen de esa electricidad inagotable por la cual los electrones giran eternamente alrededor del núcleo, como los planetas en torno al Sol. No obstante la aparente inercia de la materia, ella está permanentemente moviéndose con una animación millones de veces más activa que la de un hormiguero cuando va a llover.
Sin embargo, los científicos hacen incursiones en microcosmos, tan impenetrable y misterioso como el macrocosmos, poblado por millones de galaxias, a su vez integradas por cientos de miles de millones de estrellas, la mayoría de ellas tan gigantescas que harían aparecer a nuestro soberbio Sol como una modesta luz de bengala. La inteligencia humana se ha internado en los oscuros y ultraminúsculos parajes del núcleo atómico. Allí se encontró con unas bolitas llamadas protones y otras bolitas llamadas neutrones. Siguió explorando el terreno e hizo otros hallazgos mas sorprendentes y espectaculares. Encontró unos fragmentos más pequeños todavía que las anteriores que eran como el cemento entre los ladrillos de un edificio. Denominó mesones a estas nuevas sub-partículas. Hizo una inaudita clasificación de ellas. Entre los mesones señaló unas bolitas especiales a las que a las que bautizó como piones. Además descubrió que estos piones son de tres tipos: neutros, positivos y negativos. Ninguna de estas bolitas ha sido vista por nadie y es probable que jamás los ojos humanos lleguen a divisarlas, ni siquiera a través de los microscópios electrónicos, donde el hueco de una aguja se vera más grande que un lago.
Es notable este esfuerzo del conocimiento que le ha permitido al hombre penetrar en un mundo absolutamente imperceptible por ninguno de los sentidos. Y sin embargo los físicos saben disparar estas bolitas contra los grupos de bolitas que integran el núcleo del átomo para desintegrarlo, trasmutarlo y desencadenar la monstruosa capaciadd de la famosa bomba. La materia es tan estable que en los estallidos de Hiroshima y Nagasaki apenas se aniquiló un gramo en cada kilo de Uranio usado en esos artefactos. Durante la exoplosión, las partículas de Uranio no desaparecen sino que forman átomos más livianos. La energía diabólica surge de la fuerza de cohesión rota durante la escisión. En los EEUU reside Kaplan, el gran cancerólogo que innovara sensacionalmente la técnica de matar células malignas. Las bolitas llamadas piones que cité arriba serán disparadas con la primera pistola atómica, contra los núcleos de los átomos de carbono, hidrógeno, nitrógeno que hay en los tejidos tumorales. Así se reproducirán microexplosiones atómicas en formas de estrellas que destruirán las lesiones mortales incluyendo las partes necrosadas, que no son atacadas ni por el radium, ni por el cobalto y el celsio radiocativo, y los rayos X. El trabajo que no hace estos medios terapéuticos será cubierto por la nueva máquina que no requerirá el auxilio complementario del bisturí. Los pacientes no solo recobrarán la salud más prontamente y en mayor cantidad , sino que se ahorrarán los honorarios que cobran ciertos cirujanos, los cuales a veces dejan también la temible enfermedad de una hipoteca o una deuda. En la Universidad de Stanford, Kaplan estaba diseñando el nuevo aparato en que la energía atómica estará al servicio de la esperanza y la felicidad.
Cuando hablamos de estos temas, uno se queda atonito ante los poderes ocultos en la estructura íntima de la materia. El núcleo del átomo está en movimiento perpétuo y con su electricidad positiva mantiene en órbita a los electrónes de la electricidad negativa. El intelecto humano, a pesar de su prodigiosos desarrollo , reacciona tan inultilmente como el cerebro de un pequeño roedor cuando trata de comprender el origen de esa electricidad inagotable por la cual los electrones giran eternamente alrededor del núcleo, como los planetas en torno al Sol. No obstante la aparente inercia de la materia, ella está permanentemente moviéndose con una animación millones de veces más activa que la de un hormiguero cuando va a llover.
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