Son desconcertantes las conclusiones a que podemos arribar los neófitos en el conocimientos de la materia cuando nos ponemos a reflexionar sobre ella. Nosotros vemos presuntas diferencias entre el aire, el agua, el hierro, un músculo y el pétalo seductor de una rosa. Su apariencia y su consistencia son distintas, es cierto, pero todas esas cosas están formadas por átomos y éstos, los del Uranio o los del carbono tienen siempre los mismos componentes básicos: electrones que giran a velocidades vertiginosas en torno de núcleos; los núcleos, dueños de secretos que ni siquieran intuyen los científicos están formados siempre por protrones y neutrones. ¿Por qué el plomo es pesado y visible y el oxígeno es liviano y transparente? La respuesta es muy sencilla que hasta yo lo puedo formular: en el plomo abundan los protones, neutrones y electónes; en el oxígeno hay escasez de ellos. Pudiera deducir que, los elementos ricos en las citadas partículas elementales, protones y neutrones son más importantes que los pobres de ella.
Nos equivocaríamos si adoptáramos juicios de este tipo, válidos entre los humanos cuando enfocan incorrectamente los desniveles sociales. Los que tienen muchos caudales sobresalen más que los que tiene poco. La física y la química están regidas por leyes más equitativas. El plomo puede ser muy pesado pero el livianísimo hidrógeno está por encima de él. Sin hidrógeno no se hubiesen estructurados los demas elementos porque todos ellos, sin excepción, son descendientes directos de él. El hierro tiene una gran significación para la vida animal, pero no por las numerosas partículas de sus átomos, sino porque es un fiel sirviente usado por la sangre para que transporte a nuestro señor el oxigeno hasta las células y las ayude a obtener la energía de nos mantiene en actividad.
No sé si quedó clara la explicación sobre las semejanzas fundamentales que hay entre las diversas cosas que cité al principio. Seré más explícito: el gas, el líquido, el sólido, la blanda flor y un pedazo de carne se reducirían, teóricamente, si los desintegráramos, a una acumulación uniforme de electrones, protones y neutrones. Estos son absolutamente iguales. Al menos así lo señalan los investigadores de este campo. De acuerdo con esta norma los componentes de todos los seres vivientes, árboles, bacterias, hombres, rinocerontes, virus, hongos, peces, etc., podrían reunirse en una masa de átomos, la cual por cierto no tendría el tamaño de una enorme montaña como creíamos a primera vista los asomados en estos dominios. El Premio Nobel Joliot Curie, químico inorgánico, expresaba que si eliminábamos los colosales vacíos que hay en los átomos que integran al género humano, los cuatro mil millones de personas que pueblan este planeta ahora, apenas si desbordarían el espacio de un dedal de una costurera.
Resulta difícil aceptar que nuestro cuerpo, nuestro ser no sea más que una simple asociación de moléculas cuya disociación origina la muerte aunque todas ellas escapen de los cadáveres, para reaparecer integrando la vida de otro semejante o la de una planta o la de un animal. Hay quiénes han calculado que un humano promedio está constituido por sesenta trillones de átomos, es decir, un 6 seguido de diecinueves ceros. Si esto es verdad, ya debe haber una computadora electrónica encargada del trabajo de hacer este contaje. Los átomos de una roca o de un ser vivo, están siempre en movimiento; de la misma manera como cambian de sitio los cuerpos de nuestro sistema solar. Por cierto, que se calcula que hay unos veinte mil millones de sistemas planetarios como el nuestro en la Vía Láctea, la galaxia a que pertenecemos. Los átomos de nuestro organismo, en los tejidos de nuestra anatomía son movilizados también con el fin de formar compuestos químicos. A cada segundo desechamos millones de ellos y los sustituimos con los que hay en el aire que respiramos, el alimento que digerimos y el agua con que calmamos la sed. En la roca los átomos son reemplazados, pero en los seres vivos participan activamente en las transformaciones vitales
En cada célula el oxígeno aportado por nuestros pulmones se une con el hidrógeno de los espaguetis del almuerzo y fabricamos agua al tiempo que obtenemos la energía escondida en el carbohidrato. Las carnes de nuestro cuerpo son elaboradas por el laboratorio que cargamos encima, con nitrógeno, oxígeno, hidrógeno, carbono y minerales tomados de los alimentos. El agua no es un alimento sino un medio apropiado para las reacciones químicas y un vehículo por donde se envían las sustancias útiles a los tejidos y se mandan a botar las inútiles y contaminadas. Es fantástica esa serie de mecanismos que no podemos imitar ni comprender a pesar de que los avances de la ciencia han convertido los milagros en juegos de niños por los hechos maravillosos que cada día nos proporciona el conocimiento.
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